sábado, 6 de diciembre de 2014

Obsesivos de lo universal,
callan las voces del particular.
Todos tendrán ya es hablar de uno.

Obsesivos de lo universal,
callan las voces del particular.
la mujer quiere su espacio personal.

Obsesivos de lo universa,
callan las voces del particular.
Todos merecemos amar, no todos podemos amar.

El obsesivo del universal quiere,
abraza, domina, toma, objetiva.
Está allá arriba, nunca quiere bajar.

Acá abajo estamos
uno,
más uno,
más uno,
más uno,
más uno.

Todos.
uno,
más uno,
más uno,
más uno,
más uno.

Obsesivo dejame en paz,
no entramos en tu conjunto.
Él se escapó, no podía respirar.
Ella se escapó, quería más.

Obsesivos de lo universal,
abrazan en solidaridad.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Una iglesia que abre sus puertas en misión de paz solo para que una silla más esté ocupada el domingo a la mañana. El líder se dice progresista, sólo hombres y mujeres de pie aplauden, quienes no somos ni hombres ni mujeres pasamos sin hacer la señal de la cruz. La ciencia los mató uno por uno. La estética les explicó que lo que ellos llamaron biología no era tal. Ahora, ¿a quién le vamos a tener miedo? Quedó la silla vacía, veamos quién se sienta primero.

jueves, 23 de octubre de 2014

El deber de la libertad

Ayer me dijeron que era libre, que suerte tengo.
Me levanté de la silla para ir al baño. Camino rápido por la necesidad. Dos puertas. Rosa y azul. Barbie y Ken. Pollera y corbata. Elijo el rosa, aunque nunca lo usé. Soy libre.

Ayer me dijeron que era libre, que suerte tengo.
Recordé esa vez en el Normal. Yo con mi guardapalvo más grande que lo normal. Él riéndose de mi. Soy libre.

Ayer me dijeron que era libre, que suerte tengo.
Le conté a una amiga que estaba triste, todavía no sabía bien por qué. Me dijo que algo mal estaba en mi, que vaya a un psicólogo. Soy libre

Ayer me dijeron que era libre, que suerte tengo.
Todos los días me dicen que lo que hago es casi religión, ellos con su discurso cientificista. Soy libre.

Ellos me hacen a mí, yo los hago a ellos. Somos libres.


martes, 14 de octubre de 2014

Del mundo educado

Hace poco leí un artículo, bastante bien escrito, sobre el dolor que causa el aprendizaje. Es cierto, fueron muchos quienes dijeron que el aprendizaje es un esfuerzo y con ello un dolor. Un dolor atravesado por la culpa de la ignorancia, una culpa inculcada por viejas generaciones que conviven con nosotros. No sólo eso sino el enfrentamiento con el saber como figura de poder. Sin embargo, hay un punto del artículo en el cual disiento. ¿Es acaso el aprendizaje una iluminación? ¿O incluso una emancipación? Hijos de la ilustración, resuena ahí toda una herencia histórica que de la que aún hoy, atravesado el siglo de la catástrofe (s. XX),no nos podemos desprender. El saber nos ilumina. ¿O nos encarcela? ¿Nos esclaviza? Tal vez un poco. El esclavo y la cárcel llevan consigo el lenguaje más negativo y cargado de malestar. ¿Quién querría ser esclavo después de Martin Luther King? Supongo que nadie. Aprender a leer es nuestra entrada al mundo contemporáneo, ese mundo que le encanta jugar al juego de la empresa. Somos esclavos en el mundo del lenguaje, una vez que llegamos a él, no salimos más. Condenados a la metáfora eterna, no creo que el aprendizaje sea una emancipación. Ahora, ¿es posible no entrar? Esa es la única respuesta que nunca encuentro. Los hombres alejados del lenguaje son locos, apartados, aislados. ¿Y si ellos son más libres que nosotros? ¿Nunca se preguntaron si aquel tildado de loco tenía la respuesta a todas nuestras preguntas? Bueno, el síndrome del miedo a la felicidad nos lo diagnosticamos hace rato. 

Volviendo al punto inicial. ¿Todavía somos tan tontos de creer que la educación es una salvación? ¿De quién nos salvamos? ¿De ser ignorantes? Tan conservadores somos que no podemos preguntarnos si la lectura nos puede a llevar, en realidad, a nuestro propio martirio. Cuántas veces nos autoconvencimos de que la lectura era la entrada a mundos maravillosos, hermosos, Si cuanto más creemos saber, más perdidos estamos. Y que tal vez, la literatura lo único que nos dio es una fe ciega en mundos que jamás vamos a alcanzar, algo así como un Dios. Puede que la civilización sea nuestra condena, Si esto es así, ¿no está en nuestra sed de aprendizaje, como dice Irusta, aprenderlo, saberlo? Y con el aprendizaje, siempre llega el dolor. 

jueves, 2 de octubre de 2014

intento1

Cómo huir de la mochila, que ellos mismos ponen en nuestras espaldas.
Cómo huir de los parecidos que se imprimen en la cara.
El peso de la tradición nos sigue, se esconde bajo la cama.
‘Conoce tus orígenes’ gritan en la escuela.
‘¿Cómo no lo sabes?’ susurran tus amigos.
Mientras yo corro del monstruo,
el mundo adopta una nueva mascota.
Colgamos sus cuadros sobre el techo de la cama,
lo correcto es verdadero.
Creímos que la crítica nos iba a llegar
y lo único que sabemos hacer es citar. 

Hombres de cultura nos hacemos llamar,
sólo enumeramos los nombres, no tenemos temas de que hablar.
La inteligencia se refugia en nuestra memoria,
dijimos que éramos Dios creador.
¡Oh Dios, que buen imitador!

miércoles, 20 de agosto de 2014

hombre al agua

Afuera hace calor, insoportable calor. Me zambullo, no sin antes una deliberación. El agua primero me toca los pies.El resto de mi cuerpo es arrastrado por una fuerza violenta. Solo queda la transición entre la cornisa de mis dedos y mi última neurona en funcionamiento. Ya llegó hasta mi cuello y aunque mi cabeza intuitivamente la rechaza, rápidamente se acuerda de que ella la eligió.

Sumergida totalmente lo primero que hago es flotar, como si alguien me lo hubiese enseñado en otra vida. Saco la cabeza y siento el cuerpo frío. Intento moverme pero hasta mis dedos más gordos están entumecidos. El frío derriba todas las capas de mi piel y comienzo a olvidar lo que aprendí y la gravedad me lleva al fondo. Todo está oscuro abajo, no sé distinguir el bien del mal. En posición fetal vuelvo al principio. 


En el último segundo, algo de vitalidad me queda y me empiezo a mover. El calor empieza a surgir desde el centro y se expande hacia la periferia. Me empiezo a mover y la masa de agua deja de ser el monstruo del silencio. Las burbujas van de un lado para el otro, extasiadas y yo empiezo a recorrer el lugar. Salgo de a ratos a respirar, cada vez menos. Mis dedos dejaron de arrugarse o ya no me acuerdo cómo eran antes. Encontré una puerta en la profundidad y decidí entrar. O muero ahogada o siempre fui un pez.  

jueves, 7 de agosto de 2014

fantasía textual

Me gusta imaginarme a la gente leyendo. Cuando conozco a alguien, es muy normal que me pregunte cómo lee o cómo estudia. Si lo hace en un sillón o prefiere la comodidad de la cama que a ratos lo incita a dormir. Qué posiciones adoptan, retorcidas y dolorosas a largo plazo o rectas y simples. Si toma mate, café, té entre línea y línea. Por eso me causan gracia las fotos de libros en las redes sociales, en ese momento quien toma la foto deja de leer, quiere decir que no refleja lo que sucede. El acto de la lectura es un momento especial, no voy a ir hacia el lugar común de la magia de la lectura, o de los mundos que abre, pero es cierto que es un momento especial. De ahí que me guste ver gente leer en los transportes públicos, es la exposición de la lectura. Me acuerdo una vez haber visto a una señora cerrar un libro con una lágrima corriéndole por la cara. El otro día, leí que Benjamin Franklin le había 'tocado' el culo a una mujer y no pude evitar reirme en el 132. Nadie lo supo.

lunes, 4 de agosto de 2014

El joven escritor

Prometí escribirte cuando terminara tu libro, hoy lo terminé. Pensaba hacerlo en formato mail, porque las cartas tardan demasiado en llegar y los tiempos de la modernidad me hicieron una persona ansiosa. Imaginaba que íbamos a mandarnos mails por un tiempo, mostrándonos material viejo y nuevo. Y que dentro de unos años y todos conociendo tu nombre iban a publicar nuestros mails como material histórico. Siempre desde este anonimato extraño de lectores que tenemos entre nosotros.

Me acuerdo estar caminando por Montes de Oca, con la música al palo cuando alguien me toca el hombro. ‘Che, ¿vos estás en filosofía con Oswald no? Estuve faltando a algunas clases, me pasas lo que hicieron?’. Compartimos unas cursadas y no mucho más. Un día de casualidad leo un comentario tuyo en mi blog y desde ahí siempre nos leímos. Siempre que publiqué algo, sabía que estaban tus ojos ahí, leyéndome.

Compré tu libro a penas supe de él y le comenté a todos que conocía a alguien que con veinte años había escrito un libro. Me acuerdo cuando me dijiste que querías ser escritor. No tengo palabras para describir la admiración y el orgullo que siento al ver a un par publicar su obra. Me reí con tus cuentos y juegos de palabras, lagrimee un poco con tus poemas. Te escribo acá porque no dudo que me vas a leer. Me dijiste que algunos de tus cuentos eran cursis. Bueno, la verdad es que me encanta lo cursi. Esa humildad del corazón te hace uno en un millón. Me dijiste que cada error que notabas cuando lo volvías a leer te daba vergüenza pero no existe error de algo que sale del alma.  

Antes de despedirme, te quiero regalar algo. A demás de tus creativas historias, hay algo que siempre envidie de vos. Siempre envidié que tengas finales para tus cuentos, yo nunca los consigo. Por eso, desde el fondo de mi corazón te voy a regalar un final. Te quiero regalar el final que te mereces.
En mi final, estás en una plaza. No hace frío, al contrario, la temperatura es absolutamente perfecta. Estás sentado y al lado tuyo tenés una pila de libros. Uno es mío, es sobre filosofía porque no me voy a animar a escribir sobre otra cosa y los otros tres son tuyos. Justo esa semana me habías mandado un mail, diciéndome que estabas empezando a armar un guion. Estás a punto de presentar el último, pero vas a leer un poco de los anteriores para motivar al público y los estas repasando. En una de esas, viene una chica. Esa chica es María, Luján, Gaga, Josefina, María, Claudia, Milagros, Camila, Andrea, Carla, Tamara, Fernanda, Silvia, Marina, Clara, Carola, la doctora Rancontti, Sofía. Esa mujer son todas ellas. Ella te mira, te abraza, sonríe y te pregunta ‘¿Vamos?’.

En mi biblioteca descansa tu libro, bien acompañado, al lado de premios nobeles, diccionarios, teoría literaria, filósofos famosos. La diferencia es que en tu libro descansa una rosa roja, como leí por ahí que son las que te gustan. Gracias. Y si el tiempo no es lineal sino que es como los cables de unos auriculares, ya nos vamos a encontrar.

Te debo un café,

Con sincero cariño, de una piba a un chabón.
De una simple lectora, a un increíble escritor.
Sofía.

http://bicicletaypapel.blogspot.com.ar/ - Gerardo Muñoz del Campo

miércoles, 30 de julio de 2014

Suena el timbre. Preguntás de forma apagada: '¿quién es?'. Contestan del otro lado: 'Hola, soy el amor burgués'.

Tan triste que es feliz. Tan conocido que nunca nadie lo conoció. Que buena retórica tiene este hombre, que me enseña cómo vivir, cómo amar. ¿Cuantas horas de trabajo cuesta este abrazo? Trecientos mensajes, 100 horas de seguimiento por redes sociales. Muchas gracias por su compra, acá tiene el vuelto. No, está bien, guardate el cambio pibe.

Y ahi vamos, caminando de la mano, siendo observados. Actue, actue. Listo, ya está. Se terminó, me voy con otro amor. Que feo, ¿cómo es posible?


jueves, 10 de julio de 2014

historias viejas y viejas historias

Fui la más chica de un grupo de cinco niños, dentro de los cuales estaba mi hermano y mis tres primos. Un día le pregunté a mamá cuándo iba a llegar el día en el cual pudiese ver películas en inglés y leer los 'cartelitos amarillos'. Con frecuencia me preguntaba a dónde iban todas las conversaciones que teníamos, e imaginé que existía un mundo paralelo, oscuro. Ahí estaban nuestras palabras, reunidas como guiones: 'cartelitos amarillos'. Un día leí a Cortazar y lloré, no por la belleza, sino por la humillación: desde ese día no puedo soportar tres líneas de Rayuela. Un día él me dijo que le gustaba pero no quería estar conmigo. Otro día canté frente a cien personas y me sentí bien. El otro día me probé un vestido y no me quedó. Caminé por las calles de Sevilla y me autoprometí volver. Él me dijo que le gustaba que no me guste Rayuela. Un día imaginé que lo quería y al segundo no lo quería más. Un día amé de forma infantil y lo seguí haciendo siempre. Un día me voy a parar en frente del pizarrón y voy a explicar Saussure sin confundirme. Un día dejo de ser día.

miércoles, 4 de junio de 2014

El hombre debe identificarse con aquello que postula como dogma principal. Debe recordarlo día a día. Ya que como el ejemplo del pintor citado por San Anselmo; el pintor piensa de antemano lo que pintará, la pintura reside en su mente. Ahora, en el momento en que la pinta, su pintura está en dos lugares, en su mente y en lo que llamamos realidad. Nadie puede negar este hecho y evitaremos cualquier problema en el ejemplo citado. El hombre debe recordar todos los días aquel pensamiento dentro de su ser para que el mismo no muera, ya que ¿quién confiaría en el pensamiento del hombre? Debe accionar todos los días para que ese pensamiento pueda llamarse existente. El día que no lo haga, será condenado a la hoguera social y ,finalmente, será llamado al silencio.
Todos son buenos

Existe al menos uno que es bueno

Él es malo

Existe al menos uno que es malo

No todos son buenos




miércoles, 14 de mayo de 2014

Quien no aparenta ser justo y no juegue el juego de la polis, será desenterrado de ella.

jueves, 1 de mayo de 2014

El lugar más común para escribir es el amor. Es de lo que más hablamos y lo que menos conocemos. Siempre creemos tocarlo pero es más parecido a una luz que cuelga de nuestras cabezas a la que vemos pero no llegamos. Novelas, nouvelles, cuentos, canciones todo termina (y empieza) en amor. Hay quienes el amor les da un fundamento para la existencia. Hay quienes lo utilizan como un medio para un fin: la felicidad. Hay quienes les resulta accesorio, hay quienes lo usan como motor de búsqueda. Todo tipo de amor, todas sus formas: cuadrado, triángulo, línea recta, punto aislado. Hay quienes el amor les da confianza, hay quienes se preguntan por qué son amados. Como dije antes: es un lugar común y aquí estamos.

domingo, 9 de marzo de 2014

Repetimos cada domingo lo injusto de la vida. Preguntamos al ser superior por qué a nosotros, qué hicimos para merecerlo. Bajamos la guardia para dejar entrar a un ejército de avispas. Una y otra vez escucho que 'esto no debería ocurrir' y 'aquello no debería pasar'. Mientras nos detenemos a pensar, quién sabe cuántas miles de cosas están zumbando detrás nuestro. Bicéfalos, hombres de dos caras, la comedia y el drama, eso somos. No sabemos hasta qué punto lo que denunciamos es realmente injusto o verdaderamente justo. Tal vez ni existan tales conceptos y nos despertamos todos los días, como dijo un autor, gracias al poder de la voluntad. Tal vez nos despertamos gracias a ese ínfimo rastro de fe que poseemos aunque neguemos la religiosidad. Tal vez la muerte no es más que la pérdida de fe, así explicaríamos las muertes jóvenes. Inventamos conceptos, los llenamos de contenido: lástima, nostalgia, feliz, amor, no sé. Tal vez sea todo lo mismo. Suena el despertador: lunes otra vez.

sábado, 1 de marzo de 2014

CUBA: Aporías superficiales

"Algunos días me levanto amando la revolución, otros me pregunto cómo esto puede funcionar"  fue la frase que me dijo mi compañero de viaje, amigo de mi hermano, antes de separarnos en la ciudad de Trinidad. Viajé a Cuba con estos dos acompañantes en Abril del 2012 y nunca me atreví a escribir lo que vi. Recuerdo que cada vez que agarraba el papel y la lapicera me latía fuerte el corazón, me daba miedo. Me invadía una sensación de inestabilidad: escribir lo que ves es encontrar las aporías que se esconden en la realidad y enfrentarlas. Aporía. Esa palabra la aprendí hace poco, en una de las primeras materias de Filosofía. No es fácil explicarla pero cuando la entendés te das cuenta de que el mundo es aporía y hay que vivir con ellas. La aporía quiere decir sin salida, es la identificación de un problema que no se puede resolver. Nos encontramos con ellas todo el tiempo, nosotros somos aporía también. El problema es que no son fáciles de ver, se esconden y huyen de nuestra mirada. Sin embargo, cuando llegué a Cuba sentí que las aporías caminaban desnudas, apretando las manos de los ciudadanos, eran su sombra.

Nos costó mucho llegar a Cuba en todo sentido. En primer lugar, por la distancia. Desde Argentina no hay vuelos directos por lo que tuvimos que hacer dos escalas y unas 20 horas de viaje. Por otro lado, en ese momento regía el "cepo cambiario" por lo que no podíamos cambiar pesos a dólares de forma que no fuese ilegal, "paralela". Otro factor que nos causó problemas fue el amigo de mi hermano, Leo. A menos de dos semanas de viajar no tenía el dinero suficiente. Nosotros nos quedábamos quince días en la isla porque no podíamos pagar más, él cuarenta y cinco. A pesar de las discusiones y angustias previas que todo viaje conlleva, llegamos.

El aeropuerto de Cuba no es como el nuestro donde predomina el blanco y las tecnologías. Estaba inmóvil en el tiempo, como muchas de las cosas que vi ahí. No sé en qué año fue construido, pero parecía de los años 70'. Las azafatas llevaban un uniforme color verde grisáceo con los detalles en rojo y medias negras largas estampadas, a pesar del calor. Al llegar a migraciones no nos sellaron el pasaporte, legalmente nunca estuvimos ahí. Nos tomamos un taxi hasta la casa de familia en la que nos íbamos a hospedar en La Habana. No recuerdo el auto pero seguramente era de los años 50’ o heredado de la época en la que la Unión Soviética los apadrinaba. No hay autos nuevos en Cuba. Me senté en el asiento trasero con mi hermano y me dediqué a ver por la ventana. ¿Dónde estaban todas las publicidades? ¿Dónde estaban los edificios altos con vidrios tornasolados? ¿Dónde estaban las 4x4? No estaban.

En el camino hasta la ciudad sólo veíamos campo. Un campo árido donde de vez en cuando aparecía alguna que otra vaca raquítica. Nunca había visto vacas esqueléticas. Los pocos carteles que decoraban la ruta hablaban sobre la revolución: "Más socialismo", "Viva Fidel". Ninguna Coca-Cola, ningún nuevo televisor. La cara del Che me acechaba tanto como en Puán. Y luego, entramos a La Habana. A decir verdad, la primera impresión nunca es buena. Los edificios estaban muy descuidados, la suciedad era parte de la decoración y había pocas calles asfaltadas para ser una ciudad. Desde mi configuración mental, era un barrio carenciado. Ese fue mi primer temor. Es inevitable la comparación, es decir, un barrio similar en mi país despierta miedo, inseguridad. Estaba absolutamente anonadada, los pensamientos rebotaban de un lado a otro en mi cabeza, quería irme. No quería estar ahí. Y después escucho la voz del chofer: "Cuba es uno de los países más seguros del mundo". Y tenía razón.



martes, 18 de febrero de 2014

Artificio natural

Desde que volvieron la casa se puso fría. Es como si hubiesen traído mochilas gigantes, cargadas de responsabilidades éticas y morales. Las tensiones aumentan y la mujer de la casa no deja de mostrar su cara débil y defraudada. Ella es víctima, ya no puede controlar el mundo y eso le causa pena, en realidad, es impotencia. El chico de la casa no está más solo y no se acostumbra. Se mueve entre las sombras, no le gusta la compañía. Sin embargo, por las noches duerme con la luz encendida, por temor a quedarse dormido y perder el tiempo que ya está perdido. El hombre de la casa es el contenedor de los espíritus que tiemblan. Los abraza con fuerza pero se resbalan de sus manos, no sabemos bien por qué. La niña de la casa soy yo, la que se sienta en el medio mientras los monstruos dan vueltas. Los veo pero nunca los alcanzo, así que me refugio en un campo con el que sueño todas las noches. En el campo el pasto es de un verde violento, pero no pincha. No hay ningún bicho alrededor, así que siempre permanezco acostada, sobre una lomada que me obliga a mirar al cielo. Corre una brisa fresca que se equilibra con un sol de invierno que calienta sin calor. Escucho música de fondo y me acompaña un mate de yerba suave, así no se me irrita el estómago. Y ahí me quedo, en el refugio de mi imaginación. Cuando empieza a llover, es hora de despertarme. Abro los ojos y veo el mismo stiker pegado en el techo. Me siento en mi cama, mientras absorbo la energía ajena. La energía de los fantasmas que están en mi casa, que creen que están vivos.

sábado, 8 de febrero de 2014

El problema no es la negación de la posible premisa, sino en su probable afirmación. El si parece liberarnos de todo aquello que el no nos reprime. Necesitamos el no para dormir, necesito el no para dormir. Limitémonos. La probabilidad del más es el que nos quiebra por dentro. Me odio cuando soy poética, me odio cuando quiero más.

jueves, 30 de enero de 2014

- ¿Hacemos la fija?
- Dale.

No vive lejos de casa, tampoco vive cerca. El tramo de un punto al otro es hermoso. Me encantan las luces de Libertador, aunque ya no me acuerdo bien del sol en la avenida porque parecería que fue hace años que no lo transito. Llego y espero entre las hojas de una enredadera que llena de oscuridad la puerta. Me abre y no me besa. Ya es rutina. El perro intenta ladrar pero prácticamente me escabullo hasta su habitación para pasar desapercibida. Soy un extraño, un invitado temporal, escasamente temporal. La habitación está alejada, como si fuese una torre, lejos del resto, incluso del tiempo. Siempre es igual, los mismos pasos, las mismas caricias. Las preguntas incómodas, básicas, el clima y el tiempo estudiantil. Dos horas después se termina, como si no aguantásemos más que eso. Y esta vez soy yo la que me quedo en silencio, esperando un más o un menos.

- ¿Te llevo?
- Dale.

lunes, 27 de enero de 2014

Si el día resucita luego de la noche, yo me pregunto por qué le tenemos miedo a la muerte. Si todo se transforma, si el verano vuelve luego del invierno. Tenemos miedo a que se calle la voz interior. No tengo miedo. Me encanta el silencio.

viernes, 24 de enero de 2014

lo común de la ficción

'El problema no es elegir, sino que cargamos con las decisiones que elegimos' - tipeó. Es un buen comienzo. Bueno, en realidad no. Un poco trillado tal vez. Bastante básico y el verbo elegir en primera del plural lo vuelve un lugar común. Borra. Escribe otra vez y otra vez posibles comienzos. Y luego, se rinde. Se deja vencer por la autoridad de las letras. Apoya su espalda en el respaldo de la silla y, como si fuera parte de la actuación, suspira.

¿Cómo no caer en lugares comunes? Se preguntó mirándose las uñas, desprolijas y adoloridas de tanta saliva de ansiedad. Si no vamos siempre al mismo lugar nos sentimos extranjeros, bárbaros. Se levantó de la silla y comenzó a caminar. Vivía en pleno Corrientes. Los carteles y la pizza gruesa ya no la sorprendían. Se cansó de las luces y los disfrazados en las esquinas. Pero, el San Martín estaba abierto y 'Final de Partida' estaba en cartelera. Se regocijó por dentro, pensando que tal vez esta era una obra que sí podía llegar a descubrir. Con el viejo habían visto y leído 'Esperando a Godot'. La vieron en español. La vieron en francés. Nunca la entendieron. Entendieron sí, el concepto, a grandes rasgos, el fin. Sin embargo, faltaban los espacios, los puntos, las comas.

Entró al teatro. Se sentó entre la gente acompañada. El ruido y el calor eran insoportables. El público ya no estaba para el teatro, el cine los había malcriado. Comenzó la obra, los celulares y las voces seguían encendidas. La invadió una sensación de molestia y furia. De un momento a otro, el actor en escena sale de su papel y pide silencio. El aire mágico del teatro había sido interrumpido por la voz real del actor. La mujer, abruptamente, había salido del plano de la ficción.

La obra terminó. Todos aplaudían con furia, chiflaban, ovacionaban. Ella se limitó a aplaudir. Antes de que todos se fueran, ella ya se había ido.