miércoles, 20 de agosto de 2014

hombre al agua

Afuera hace calor, insoportable calor. Me zambullo, no sin antes una deliberación. El agua primero me toca los pies.El resto de mi cuerpo es arrastrado por una fuerza violenta. Solo queda la transición entre la cornisa de mis dedos y mi última neurona en funcionamiento. Ya llegó hasta mi cuello y aunque mi cabeza intuitivamente la rechaza, rápidamente se acuerda de que ella la eligió.

Sumergida totalmente lo primero que hago es flotar, como si alguien me lo hubiese enseñado en otra vida. Saco la cabeza y siento el cuerpo frío. Intento moverme pero hasta mis dedos más gordos están entumecidos. El frío derriba todas las capas de mi piel y comienzo a olvidar lo que aprendí y la gravedad me lleva al fondo. Todo está oscuro abajo, no sé distinguir el bien del mal. En posición fetal vuelvo al principio. 


En el último segundo, algo de vitalidad me queda y me empiezo a mover. El calor empieza a surgir desde el centro y se expande hacia la periferia. Me empiezo a mover y la masa de agua deja de ser el monstruo del silencio. Las burbujas van de un lado para el otro, extasiadas y yo empiezo a recorrer el lugar. Salgo de a ratos a respirar, cada vez menos. Mis dedos dejaron de arrugarse o ya no me acuerdo cómo eran antes. Encontré una puerta en la profundidad y decidí entrar. O muero ahogada o siempre fui un pez.  

jueves, 7 de agosto de 2014

fantasía textual

Me gusta imaginarme a la gente leyendo. Cuando conozco a alguien, es muy normal que me pregunte cómo lee o cómo estudia. Si lo hace en un sillón o prefiere la comodidad de la cama que a ratos lo incita a dormir. Qué posiciones adoptan, retorcidas y dolorosas a largo plazo o rectas y simples. Si toma mate, café, té entre línea y línea. Por eso me causan gracia las fotos de libros en las redes sociales, en ese momento quien toma la foto deja de leer, quiere decir que no refleja lo que sucede. El acto de la lectura es un momento especial, no voy a ir hacia el lugar común de la magia de la lectura, o de los mundos que abre, pero es cierto que es un momento especial. De ahí que me guste ver gente leer en los transportes públicos, es la exposición de la lectura. Me acuerdo una vez haber visto a una señora cerrar un libro con una lágrima corriéndole por la cara. El otro día, leí que Benjamin Franklin le había 'tocado' el culo a una mujer y no pude evitar reirme en el 132. Nadie lo supo.

lunes, 4 de agosto de 2014

El joven escritor

Prometí escribirte cuando terminara tu libro, hoy lo terminé. Pensaba hacerlo en formato mail, porque las cartas tardan demasiado en llegar y los tiempos de la modernidad me hicieron una persona ansiosa. Imaginaba que íbamos a mandarnos mails por un tiempo, mostrándonos material viejo y nuevo. Y que dentro de unos años y todos conociendo tu nombre iban a publicar nuestros mails como material histórico. Siempre desde este anonimato extraño de lectores que tenemos entre nosotros.

Me acuerdo estar caminando por Montes de Oca, con la música al palo cuando alguien me toca el hombro. ‘Che, ¿vos estás en filosofía con Oswald no? Estuve faltando a algunas clases, me pasas lo que hicieron?’. Compartimos unas cursadas y no mucho más. Un día de casualidad leo un comentario tuyo en mi blog y desde ahí siempre nos leímos. Siempre que publiqué algo, sabía que estaban tus ojos ahí, leyéndome.

Compré tu libro a penas supe de él y le comenté a todos que conocía a alguien que con veinte años había escrito un libro. Me acuerdo cuando me dijiste que querías ser escritor. No tengo palabras para describir la admiración y el orgullo que siento al ver a un par publicar su obra. Me reí con tus cuentos y juegos de palabras, lagrimee un poco con tus poemas. Te escribo acá porque no dudo que me vas a leer. Me dijiste que algunos de tus cuentos eran cursis. Bueno, la verdad es que me encanta lo cursi. Esa humildad del corazón te hace uno en un millón. Me dijiste que cada error que notabas cuando lo volvías a leer te daba vergüenza pero no existe error de algo que sale del alma.  

Antes de despedirme, te quiero regalar algo. A demás de tus creativas historias, hay algo que siempre envidie de vos. Siempre envidié que tengas finales para tus cuentos, yo nunca los consigo. Por eso, desde el fondo de mi corazón te voy a regalar un final. Te quiero regalar el final que te mereces.
En mi final, estás en una plaza. No hace frío, al contrario, la temperatura es absolutamente perfecta. Estás sentado y al lado tuyo tenés una pila de libros. Uno es mío, es sobre filosofía porque no me voy a animar a escribir sobre otra cosa y los otros tres son tuyos. Justo esa semana me habías mandado un mail, diciéndome que estabas empezando a armar un guion. Estás a punto de presentar el último, pero vas a leer un poco de los anteriores para motivar al público y los estas repasando. En una de esas, viene una chica. Esa chica es María, Luján, Gaga, Josefina, María, Claudia, Milagros, Camila, Andrea, Carla, Tamara, Fernanda, Silvia, Marina, Clara, Carola, la doctora Rancontti, Sofía. Esa mujer son todas ellas. Ella te mira, te abraza, sonríe y te pregunta ‘¿Vamos?’.

En mi biblioteca descansa tu libro, bien acompañado, al lado de premios nobeles, diccionarios, teoría literaria, filósofos famosos. La diferencia es que en tu libro descansa una rosa roja, como leí por ahí que son las que te gustan. Gracias. Y si el tiempo no es lineal sino que es como los cables de unos auriculares, ya nos vamos a encontrar.

Te debo un café,

Con sincero cariño, de una piba a un chabón.
De una simple lectora, a un increíble escritor.
Sofía.

http://bicicletaypapel.blogspot.com.ar/ - Gerardo Muñoz del Campo