sábado, 28 de marzo de 2015

¿Qué sucede con la moral en un mundo que defiende fervientemente la propiedad privada y se maneja en un mundo virtual de transparencia?

Las redes sociales y el mundo virtual nos incitan día a día a compartir cada momento, motivan nuestra curiosidad por la información del otro. Sin embargo, nos cuesta llenar formularios médicos en los momentos en que realizan preguntas que avanzan sobre la línea que llamamos 'íntimo'.

¿Qué sucede con la intimidad en la segunda década del siglo XXI? Tal vez aún no estamos preparados para compartir toda nuestra información. Sin embargo, la presión social nos exige con el paso de tiempo compartir y completar aquellos formularios de información. Por un lado, nos agrada saber del otro, lo utilizamos de parámetro para nuestras propias opiniones. La comunicación nos da cierto parámetro moral. Y a pesar de esto sabemos que no podemos controlar la cantidad de información que fluctúa y puede ser utilizada en nuestra contra. Cuanto más atados a los dispositivos, nuestro yo deja de ser cada segundo menos privado. Hasta tal punto Internet avanza de una manera tan eficaz y veloz que las leyes que regulan la privacidad no han podido frenarla.

¿Qué hubiese sucedido si Mr Hyde hubiese tenido facebook? Nuestro lado monstruoso sale a plena luz del día. La privacidad quedará relegada solo a la realidad, pero cada día nos hacemos más virtuales. El dinero es virtual, el amor es virtual. Y se ríen de quienes desconfían en la metafísica.

Es clara la aporía entre el mundo formado por Internet, el cual agota su necesidad hambrienta de nuestra información y donde su supuesto principal es 'compartir'; versus el mundo 'real' donde nos cuesta decir en voz alta nuestro nombre. Y entre dos mundos sólo se puede desatar una guerra.

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