sábado, 30 de mayo de 2015

Entendí que la tradición me perseguía un día sentada en el patio. Las piernas me temblaban, la piel se me erizaba. Sentía el vértigo de mi propia verdad que, ciertamente, es peor que el de la verdad universal. Aquel monstruoso discurso que ata tus extremidades con hilos inquebrantables. No me liberé aún, sigo presa. Día tras día, paso tras paso. Encerrada en mi propia ética, encerrada en mis paredes de moral. Cárceles de pensamiento e historia, cómo podrían ir separadas. Crítica, es mi única opción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario